31 julio, 2005

EL BAILE

31 julio, 2005


Las camas eran de hierro, viejas y con colchones usados. Las paredes parecían un decorado decadente, pintura resquebrajada a trozos formando un lienzo abstracto de otro color, de uno ya olvidado hace tiempo.
La carpintería de las ventanas oxidadas estaba enmohecida por el tiempo, carcomida por habitantes más vivos y voraces que los que allí moraban.

Y ahí estaba ella, rebosante de vida aún, desafiando a la muerte en una batalla que, aún a sabiendas que perdería, libraba con gallardía, mirando al abismo desde arriba, desafiando al después, al otro lado, a lo posible e incierto.
La pera timbrada, como era de esperar por su apariencia, no sonaba lo suficiente como para avisar a los enfermeros, que más que personal clínico parecían personajes sacados de una película de miedo de los años 50. Tras pulsar el botón, en blanco y negro, muy despacio y no se muy bien de qué forma porque parecía imposible que hubieran oído el sordo sonido del timbre, los guardeses aparecieron como sobras surginas de la nada blanca, bajo el umbral de la puerta.

La vecina de la cama de al lado, no acababa de habituarse a estas apariciones y les dio la bienvenida con un gritito agudo de pánico controlado que deribó en una mirada ausente y vaga distraída por las moscas que habitaban en sus ojos.
-“¿Deseaba algo la señora?”-, dijeron los dos camilleros a la otra, a la luchadora.
-“Esta noche habrá fiesta, ¿le traigo su traje de gala? o ¿prefiere escoger usted misma?. Abajo en el hall hay un baile en honor a usted, verá como lo pasa estupendamente".-
Yo, perplejo, por la situación -más perecía un mayordomo ofreciendo sus servicios a la señora de la casa- me distraje con el libro que tenía en mis manos esperando no despertar de este sueño que parecía prometer.
Así pues se levantó como pudo de la cama, las piernas apenas sostenían su saco de huesos, y con una inesperada rapidez sorprendente tras haber visto sus anteriores movimientos, cambió sus ropas por otras más adecuadas para la situación y salió por la puerta camino del baile, la compañera prefirió quedarse consigo misma.

Allí estaban todos, su padre, su abuela, su mejor amiga, y es que no habían cambiado nada, habían pasado muchos años pero hoy bailaría con ellos, esa era su noche.
Desperté deseando por un lado que sólo fuera un sueño y por otro que ojalá esa cálida sensación de bienestar perdurara dentro de mi abuela cuando llegase el momento, cuando ya no estuviera aquí

1 comentarios:

piolina dijo...

Muy bonito.