31 agosto, 2005

EXPERIMENTO

31 agosto, 2005


Escondido tras la penumbra, el lobo aúlla.
Aúlla como se le fuera arrancado su corazón corrompido por la muerte de inocentes que nunca supieron quién les arrebató su reloj.
Una sombra se acerca lentamente, tambaleándose por un rincón de un lugar apodado “ Un día “. Rechinados los dientes tan brillantes que reflejan la imagen de su víctima, los prepara para un nueva forma de matar.
Es una mujer de oscuros cabellos, pálida tez y rasgos afilados, como un depredador venido del infierno se abalanza sobre ella tan rápidamente que la cálida mujer no sabe qué ocurre.
Se acelera el ritmo de corazón.
Los afilados colmillos se clavan en la carne suavemente, casi inocentemente penetran en la madre de todas las venas,
la yugular muere a las par que los latidos de su corazón.
Goteando licor de vida por la boca, regresa a la oscuridad de la que vino y penetra en su hogar, las reconfortantes y cálidas alcantarillas de la ciudad,
suburbio de ratas.



Sólo quedan tres, supervivientes de la paranoia de un loco;
una hembra y una cría le esperan con las gargantas descubiertas y sus bífidas lenguas pidiendo el anhelado alimento.
Con avidez engullen el líquido vivo y espeso que le trae el macho en su boca. Sacian su sed al menos por un día al menos hasta que su maldito cuerpo les pida volver a matar.
El alma les sangra.
Tumbados como dos enamorados retozan juntos y hacen el amor en un mar de suciedad, las fétidas aguas del canal se filtran por las alcantarillas embriagando el ambiente. Es el único lugar en el que pueden vivir.
Vuelven resignados a hacer el amor, como tantas veces, mientras la cría juega con los ratoncitos.
Esa noche sueñan con sus vidas anteriores, parece tan falso, tan lejano y de mentira que creen que sólo es eso, un sueño.
Desperté empapado en sudor.

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