
Cuando tenía 10 años estaba deseando que llegara la hora de irse a la cama para devorar bajo la tenue luz del pequeño flexo un tebeo de Mortadelo o Superlopez o salir a la calle un domingo por la tarde a comprar una bolsa pipas y acercarme al quiosquero a ver qué tenía expuesto, siempre caía uno de Thor o Spiderman o Dan Dare o La Patrulla X; era una vía de escape al carrusel deportivo de los domingos, una vía de escape a un mundo distinto, más vivo, en el que todo era posible.
Aunque me siguen gustando estos cómic, años más tarde leí a Alan Moore; obras de arte como Watcmen, La Cosa del Pantano o V de Vendeta, cambiaron mi percepción del tebeo, quizás entonces había madurado un poco y podía leer entre líneas el mensaje que este maestro de las hojas con olor a imprenta, lo que este loco barbudo nos quería transmitir.
Neil Gaiman nos sumerge en un mundo onírico del que a duras penas puedes salir si no es porque la cena está servida o mañana hay que levantarse a las siete.Después de tantos años parece que el mundo de cómic está viviendo su días de oro ( quien se lo hubiera dicho a Stan Lee ), el cine con su avanzados efectos especiales ha hecho posible lo que parecía imposible
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