Su tronco corrompido y torcido, su forma informe e indecente y sus hojas incoloras que al caer rozaban sus mejillas, le transportaban a lejanos lugares. Caída la noche llegaba el momento de salir en su busca, con paso decidido aunque inseguro a causa de la poca visibilidad, el niño se acercaba cada vez más al árbol. Sólo, bajo su sombra proyectada por la luna, lograba conciliar el sueño y alejarse mientras en su casa un sin fin de voces barítonas y graves pesaban como piedras en sus oídos.
_Creo que hoy no despertaré_, pensó el niño mientras la niebla le rodeaba
17 mayo, 2006
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3 comentarios:
Espero que despierte, porque a veces hay sueños que nos alcanzan.
Muchos saludos.
Elva*
Inquietante, como una nube negra.
Trasluce muerte dulce.
El niño que se aleja del barullo, de "las voces graves y barítonas", del mundanal ruido, a otros paraísos menos frecuentados...
En ocasiones, es más seguro el cobijo de un arbol que el de tu propia familia. No dejaré de entender como se puede tratar así a un ser querido. Triste infancia la del pequeño protagonista.
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