Una vez conocí a un tipo que se quería ahorcar con una cuchilla de afeitar, el muy ingenuo no sabía que las cuchillas cuando están afiladas sólo sirven para borrar esa tinta pegajosa que no hay dios quien quite y en caso de poder sacarla al final siempre deja marcas, un poco de papel levantado, un poco de cal y otro poco de arena..
Cuando hablaba con aquel tío, no me veía, era curioso, pero le decías ¿ podrías por favor ser tan amable de ...? y se ponía a comer un plato de espaguetis con tomate. El muy hijo puta no se de dónde se lo sacaba pero como por arte de magia aparecía de la nada el puto plato de espaguetis, en ese momento no había más mundo que la comida y él, ya le podías ver y ver durante horas que ni caso.
Fijaros hasta qué punto era un incomprendido, que siempre salía por la salida de la Estación que no utilizaba nadie, lo tenía todo cronometrado, sabía que la suya era la más corta hasta ver el dulce aroma grisáceo del aire, sin embargo la gente seguía saliendo por las otras dos, las utilizadas por todo el mundo, porqué?, nunca lo sabremos.
Sí que era raro sí, una noche a las tres de la madrugada salió a comprar tabaco y volvió. Pero dónde se ha visto eso, si te decides a salir a esas horas a por un poco de humo que llene de color tu vida vacía, al menos ten los huevos de no volver. Pero él volvió. Que gran tipo, lo recuerdo con agrado aunque con cierto alivio, menos mal que desde que decidió emigrar a Wisconsin y dedicarse a la plantación de petunias, hizo su vida más feliz y nos la hizo a todos.
Me alegro de no volver a verle.
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